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  • Foto del escritorFernando Aparicio - Terapeuta

La decisión que cambia tu vida

Actualmente la palabra decisión es muy frecuente en los procesos psicoterapéuticos, en los libros de autoconocimiento y en los mensajes de autoayuda. Decidir ¿tarea fácil?


Personalmente, mi historia pasada y actual con la toma de decisiones es de intentos, de fracasos y vuelta a comenzar. En el transcurso, tomé decisiones con consecuencias insospechadas. Algunas me alejaron y distrajeron de mi amor propio, otras me dieron pautas de por dónde caminar hacia lo más auténtico de mi ser (aunque no siempre fue tan claro ni tan fácil). Las personas, circunstancias y oportunidades fueron determinantes en esos momentos. Pero, sin duda, lo que marcó que lo bueno (o lo contrario) sucediera fue mi nivel de autoestima en cada etapa de mi vida y en cada decisión tomada.


Dada mi desnutrida y deshidratada autoestima de aquella época, decidí entrar en un proceso terapéutico que me llevó a darme cuenta de lo caminado, a nutrirme e hidratarme con nuevos pensamientos y a retomar andada con nuevo rumbo.


Las decisiones tomadas son como las migajas de pan el camino de Gretel: indican lo caminado, y nos dan un mapa de quiénes somos, qué nos importa y hacia dónde iremos. Decidir es la capacidad psicológica superior de escoger el plan de acción más adecuado entre lo que está disponible, anticipando sus consecuencias futuras y previendo cómo obtener la opción más ventajosa. ¡Toda una habilidad!


No existe un manual académico o familiar que nos enseñe a desarrollar esa capacidad. En el acto de decidir, y asumir las consecuencias, están implicados diferentes factores personales intrínsecos. El principal: la autoestima. Ciertamente, cuanto más respeto, valor, gusto y confianza en uno mismo, es probable que las decisiones tomadas generen consecuencias sostenibles y responsables que mantengan el bienestar (felicidad).


Ahora bien, decidir puede estar contaminado de ideas, pensamientos y creencias construidas en el deber ser de normas y valores ético-morales que nos rigen socialmente, o en el temor irracional al “qué dirán”. Este es el terreno más fértil para evadir la responsabilidad que cada decisión en sí requiere. Ser consciente de este bagaje en nuestra mente es un proceso de limpieza de la “basura mental” que acumulamos, y que resta espacio a la libertad de cuidarnos a partir de decisiones responsables.


Decisiones y autoestima, una mancuerna sana que no garantiza buenas o mala decisiones (que no existen, en realidad), sino consecuencias favorables y llevaderas generando esa satisfacción de saber que estamos donde queremos, como queremos y felices con ello.


*Imagen de Pixource en Pixabay

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